Título en España:  Last Resort
Año: 2000
Duración: 73 min.
País: Reino Unido
Dirección: Pawel Pawlikowski
Guión: Pawel Pawlikowski
Fotografía: Ryszard Lenczewski
Música: Max de Wardener
Reparto: Dina Korzun, Paddy Considine, Artiom Strelnikov, Perry Benson, Katie Drinkwater, Dave Bean, Adrian Scarborough
Sinopsis: Tanya, una madre joven e ingenua que espera que su vida cambie al lado de su novio inglés, abandona Moscú acompañada de su hijo de 12 años, un experto en la vida callejera. Cuando llegan a Inglaterra, nadie va a buscarlos al aeropuerto, de modo que se encuentran sin documentos, sin dinero y sin nadie que responda por ellos. Las autoridades los encierran en un complejo turístico convertido en lugar de acogida, donde cientos de refugiados luchan por sobrevivir.

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Last Resort (2000) es una película británica dirigida por el realizador polaco Pawel Pawlikowski. Ayrton es un niño de doce años que abandona Rusia junto a su madre con el deseo de establecerse en Londres, pero a su llegada al país anglosajón son detenidos en el control fronterizo del aeropuerto por no contar con el visado necesario. Ambientada en el centro para refugiados al que son confinados, la película nos acerca a la situación de inmovilidad forzosa y de constante espera a la que son sometidos muchos niños y niñas en campos de refugiados.


(El siguiente texto ha sido extraído de https://es.paperblog.com/last-resort-2000-3202506/)

Porque no todo en la vida es robar bancos, ahora nos vamos con algo más sencillo en lo referente al argumento, pues el torrente de emociones y sensaciones que se nos viene encima es tremendo… Y qué mejor que de la mano de Pawel Pawlikowski, director de “Ida”, reciente ganadora del oscar a mejor película extranjera, un sujeto que sabe dotar a sus historias de ese poderoso e imperecedero candor humano proveniente de personajes nobles en sus deseos pero confundidos, a veces rotos, en sus espíritus y mentes. “Last resort” es otra experiencia vital y cuasi catártica, esta vez contada a través de una desalentadora historia sobre sueños rotos y presentes grises, entre otros sentimientos, y fortalecida con el reconocible y personal sello de su director.

Tanya es una mujer que llega con su hijo desde Rusia a Inglaterra a encontrarse con su prometido, algo que finalmente no ocurre, dejando a ambos a la deriva y sin un lugar a donde ir. Sin saber realmente qué hacer, Tanya deberá enfrentar los obstáculos que la vida y el sistema de inmigración inglés les pongan por delante. Y el camino será duro, claro que sí, aunque es posible que haya destellos de esperanza…

Todo es posible, incluso los sueños, claro, hasta que las cosas no suceden y la  realidad se desmorona…

Y cuando no sucede nada y las cosas permanecen rotas, ¿cómo sentirse y qué hacer? ¿Cómo reaccionar? ¿Qué esperar de la vida?

Pawel Pawlikowski filma “Last Resort” de manera precisa y coherente, con su ya conocida ejecución minimalista que descarta lo insulso e intrascendente en pos de una atmósfera despojada de trucos baratos que logra reflejar el quid de la situación, un conflicto inherentemente humano, y que no es más que la decepción de ver una vida soñada echa cenizas antes incluso de comenzar, sumiendo al huérfano de los sueños en la más pérfida confusión y perdición. Pawlikowski hace del “caos” visual la fiel representación del caos personal de los personajes, particularmente del de Tanya, la sufrida madre rusa que a su llegada a Inglaterra ve cómo su prometido no está ahí, de pie, para recibirla; y de la falta de artificios la gran herramienta para crear una atmósfera que no necesita pervertir y contravenir la esencia de la trama para inundar el fotograma, pues tanto el gris y fantasmal paisaje, una  ciudad para refugiados políticos que más parece un cementerio que un lugar seguro y prometedor, como el rostro de los personajes expresan soledad y desesperanza, o más desolador aún, sueños rotos y voluntad perdida: la triste conformación de la derrota y asumir que lo bueno ya pasó -si es que…- y no volverá nunca más. “Last Resort” es una película triste y difícil, sin ningún tipo de concesión o muestra de debilidad narrativa, que relata con cruenta veracidad y omnipotente pesimismo el despertar de una mujer y su hijo, quienes deben caminar por el sendero que va de la tierra de los autolimitados sueños a la gris realidad que los rodea, esa que sólo les escupe desamparo, incertidumbre y desolación.
Eso va por la parte introspectiva de la película. En el aspecto meramente argumental, del cual no diré nada, Pawlikowski tampoco se queda corto, haciendo que sus personajes pasen por terribles y dolorosos retos y momentos, no tanto por lo escabroso de las imágenes y situaciones -algo en lo que Pawlikowski no cae vulgarmente- como por la desazón que causa la felicidad vilmente robada, la abrupta y maciza aparición de sanguinolentas verdades, y los giros del destino difíciles de asimilar… Al fin y al cabo, el complejo arte de aceptar la realidad y al mundo como son: desnudos y sin nada que ofrecer. Incluso “Last resort” es una especie de enfrentamiento con la propia persona, con las propias culpas y el propio pasado, enfrentamiento en el que se siente una impotencia de lo más embargadora así como una desesperación contenida que amenaza, lo que resulta asfixiante, con explotar de maneras aún más corrosivas para el espíritu. El edificio, así como el frío lugar que lo rodea, bien podría ser una metáfora de los miedos, inseguridades y arrepentimientos que Tanya tiene con respecto a su futuro y cómo hará para sortear sus líos. Sin paz alguna, Pawlikowski hace que sus personajes sufran por todos lados, y lo peor es que nos hace quererlos y sufrir con ellos, pues son seres nobles que lo único que quieren hacer es sobrevivir sin hacer daño a nadie, sabiendo que lo que los rodea es puro mal, simbólicamente hablando.

Cosas buenas pueden pasar, pero no hay que ser ingenuos y pensar que el cuento de hadas comienza, pues a la vuelta de la esquina la maldad puede aparecer… Pawlikowski no cede, y con personalidad  nos golpea una y otra vez: no se puede tener todo en la vida, ¿hay que acostumbrarse o… tenemos derecho a seguir soñando?

Creo que ya se ha dicho lo suficiente, es decir, que “Last Resort” es una película dura y tremenda, no porque sus hechos se dejen dominar por el morbo -lo que no sucede-, sino porque resulta desolador ver cómo los esfuerzos de una madre acaban siempre en un vacío, un punto que no es una meta sino un nuevo y de seguro igual de difícil viaje marcado por la nostalgia y la voluntad maltratada: un camino incesante y agotador. “Last Resort” es una aguerrida y descarnada lucha, una lucha que no cesa y que tristemente seguirá enfrentando los injustos obstáculos de la vida y el universo. Y nosotros… nosotros sólo podemos observar y nada más.