Título en España: El rey de las máscaras
Título original: Bian Lian
Año: 1996
Duración: 97 min.
País: China – Hong Kong
Director: Wu Tianming
Guión: Wei Minglun
Fotografía: Mu Dayuan
Música: Zhao Jiping
Dirección artística: Wu Xujing
Reparto: Chu Yuk, Chao Yim Yin, Zhang Riuyang, Zhao Zhigang
Sinopsis: El rey de las máscaras es un viejo actor callejero, maestro en el arte de cambiar de máscara tan rápidamente que parece magia. Este solitario hombre, abandonado por su mujer y sin hijos, sueña con un heredero varón al que transmitirle su más valioso tesoro: sus máscaras. Un día encuentra a Pichón, un precioso y astuto niño en venta, y decide comprarlo. Sin embargo todo se complica cuando descubre que Pichón es una niña. A partir de ese momento surgen los problemas, abandonos, secuestros, falsas acusaciones… Sólo la tenacidad de Pichón podrá salvarles de un futuro incierto.

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La película china El rey de las máscaras (1996) de Wu Tianming, muestra la relación entre un hombre que desea transmitir sus habilidades con las máscaras a un heredero y su relación peculiar con una niña que le acompaña. En momentos algo sensiblera, pero con escenas y situaciones llenas de belleza y encanto.


(El siguiente texto ha sido extraído de http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/211211/479331.html)

El viejo vagabundo con un arte tradicional que va de hombre en hombre, el actor-estrella que interpreta siempre el mismo papel femenino, y una niña condenada a sobrevivir como hombre o como esclava… he aquí un triángulo que se arma de valor para asomar la cabeza en una China de tradiciones milenarias en las que destaca la religiosidad, el abuso de poder, los extremos de riqueza y pobreza… y el desprecio pleno a la mujer fuera del ritual de la familia.

El rey de las máscaras tiene una factura singular, una atmósfera muy lograda de tensión dramática en la que temes por tus criaturas, comprendes la ignorancia, ansías la liberación.

La ambigüedad de los personajes se refleja no sólo en los aspectos sexuales (el actor especializado en hacer de mujer que reconoce ser un poco mujer; la niña que se hace pasar por niño) sino también en el bien y el mal: el hombre bueno, el artista generoso que vive con orgullo su pobreza económica y su destructiva afición a lo tradicional, a cumplir con esa esclavitud propia de todas las civilizaciones, basada en la fidelidad a unas normas de conducta que limitan la existencia. En este caso, el tema central que deambula por toda la narración como una serpiente: la pena de ser niña. Mas cuando ella se empieza a abrir camino como una mujer decidida a todo desde sus ocho años, pregunta: “Qué tiene un niño que yo no tenga” Y el hombre fiel a la sobrevaloración del macho empieza a dudar, aún sin darse cuenta: “Un pitorro de tetera”.

Un cine asiático que exhibiendo el pasado refleja con sabiduría las constantes del presente; presenta con habilidad situaciones enrevesadas y crueles, quedándose en el justo límite del horror y el cine familiar, ya que no omite el secuestro de niños para su explotación ni la venta desesperada o meramente mercantil en un callejón: venta de bebés o niños por familia numerosa, a tal punto que a veces se regalan.

Avanza la trama sin desbordar el punto justo en que la angustia podría ser insoportable, pero el afán de supervivencia se impone con holgado sentido del humor y abundante ternura.

Los tres actores dominan una técnica de excepcional calidad: tres generaciones, tres estilos y una dinámica de creatividad muy lograda a pesar de contar con escasos recursos.

Mención aparte para la excelente fotografía que ayuda al logro de momentos muy ricos en sugerencias, sobre todo cuando el viejo y la niña deambulan por ambientes húmedos y miserables: tienes frío y hambre como ellos y como ellos aspiras al calor de un hogar, al abrazo de un amigo.