Título en España: El limpiabotas
Título original: Sciuscià
Año: 1946
Duración: 86 min. B/N
País: Italia
Director: Vittorio De Sica
Guión: Sergio Amidei, Adolfo Franci, Cesare Zavattini y Cesare Giulio Viola
Fotografía: Anchise Brizzi
Música: Alessandro Cicognini
Diseño de producción: Ivo Battelli y Giulio Lombardozzi
Montaje: Niccolò Lazzari
Reparto: Franco Interlenghi, Rinaldo Smordoni, Annielo Mele, Bruno Ortenzi, Emilio Cigoli, Pacifico Astrologo, Maria Campi, Antonio Carlino, Angelo D’Amico
Sinopsis: En la Roma de la postguerra, durante la ocupación aliada, dos jóvenes limpiabotas sueñan con comprarse un caballo blanco. La única forma de conseguir el dinero necesario es trapichear en el mercado negro, producto de la escasez y el desempleo. Sin embargo, los muchachos no tienen suerte y son detenidos y enviados a un reformatorio.

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En una de las piezas claves del neorrealismo italiano dirigida por Vittorio de Sica en 1946, El limpiabotas, se presenta el final anticipado de la infancia en dos chavales cuya inocencia está simbolizada en un hermoso caballo del que desearían ser dueños. Se critica sin concesión el mundo de los adultos; de hecho, en muchos de los planos, no les vemos los rostros, son seres anónimos. Y los que vemos, son ejemplo perfecto de irresponsabilidad —delincuentes que sólo desean el silencio de los chicos, grises funcionarios de prisión— o de impotencia, como la madre rota o el director de la prisión que confiesa no poder sobrellevar su trabajo.


(El siguiente texto ha sido extraído de http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/178257/416349.html)

Emocionante film, escrito por Cesare Zavattini y Sergio Amidei. Realizado por Vittorio De Sica, es su primer trabajo importante. Su estreno en Italia (27-IV-1946), diez meses después de la finalización de la IIGM en Europa, es acogido con frialdad e indiferencia por el público, pese a obtener el Nardo d’Argento (Silver Ribbon) a la mejor dirección. Es premiado, además, con una nominación a un Oscar (guión) y la concesión de un Oscar honorífico, el primero que recibe un film extranjero.

La acción tiene lugar en Roma y alrededores, en los primeros meses (invierno) de 1946. Las dudas que suscitan algunos comentarios sobre el lugar de la acción (Roma o Nápoles) no se sostienen ante el Palazzo di Justizia (Roma), las placas de matrícula de los coches, la placa del furgón de la policía y la presencia reiterada de las aguas encalmadas del Tíber.

De Sica, tras 6 años de experiencia en la dirección de cine, crea una obra deslumbrante, tierna y bellamente dramática. Desarrolla la narración en términos documentalistas, con el propósito de mostrar sin artificios y con credibilidad una realidad trágica. Se sirve de actores mayoritariamente no profesionales y sin experiencia, hace uso exclusivo de escenarios reales desprovistos de retoques y añadidos y filma directamente sin efectos especiales y sin trucos ópticos. Con respeto y cariño se deja cautivar por la inocencia, la sencillez y la espontaneidad natural de unos niños enfrentados a un destino trágico y a unos adultos de sensibilidades rotas por años de guerra y desesperanza.

La obra es un espléndido retrato de los niños de la Posguerra, huérfanos de padres, afectos, atenciones, comprensión y apoyo. Es un testimonio desolador contado con emoción contagiosa y dolor contenido. Es una denuncia lúcida, expuesta con amargura y finísima ironía. La cinta combina sorprendentemente realismo, fantasía y sueños infantiles, como la compra de un caballo gris/blanco. Compone, además, un final rico en indicaciones y sugerencias simbólicas, fruto de la mano de Zavattini.

La fotografía, de Anchise Brizzi (Otelo, O. Welles, 1952), se presenta muy cuidada y bien construida. Cabe destacar el travelling inicial, de gran dinamismo, las tomas en el interior de la prisión y la vibrante secuencia del incendio del proyector. La música, de Alessandro Cicognini (Ladrón de bicicletas, De Sica, 1948), sencilla y emotiva, está puesta al servicio de los sentimientos que suscita la acción. La progresión dramática, admirablemente administrada, y la evolución de los personajes delatan la maestría del realizador.