Aprender literatura en la escuela. Una investigación etnográfica
Dra. Marta Sanjuán Álvarez
La orientación investigadora de este trabajo consiste, fundamentalmente, en un análisis de lo que puede significar la experiencia literaria como transformación del lector en sus múltiples dimensiones vitales, afectivas, estéticas y éticas, con una atención especial al lector adolescente, así como una revisión de hasta qué punto se han considerado estas facetas emocionales de la lectura literaria en el ámbito escolar. A partir de los resultados del análisis realizado, se establecen unas bases para un modelo de educación literaria que tenga en cuenta los componentes emocionales de la lectura.
Se parte de la hipótesis de que las prácticas más habituales de educación literaria están poniendo el énfasis en los aspectos cognitivos del proceso lector y en la literatura como hecho cultural e histórico, a costa de marginar una faceta esencial en la relación entre la literatura y el lector: el componente emocional, la experiencia individual de la lectura, la posibilidad de que la literatura transforme al lector.
Conjugar literatura y emociones es algo fácil de entender para los lectores habituales de literatura, porque sabemos que la literatura o emociona o no es nada. Leemos para experimentar emociones, para vivir otras vidas o para vivir más intensamente la nuestra. Se llega a ser un lector por lo que hemos sentido leyendo, muchos ya desde pequeños, otros desde edades quizá más avanzadas.
Sentimos diversión, risa, miedo, intriga, evasión de los problemas, lo pasamos bien leyendo (eso que a veces se resume como “el placer de leer”)… Pero las emociones pueden ser más profundas y dejar una huella más duradera, hasta el punto de que podamos decir que sin determinadas lecturas que hemos hecho no seríamos los mismos. Determinadas lecturas nos marcan, y lo que leemos a veces se transforma en una experiencia tan intensa como lo que realmente vivimos.
Pero no todos los textos ni todas las maneras de leer producen esa experiencia intensa. Los buenos escritores nos hacen compartir sus visiones profundas de la realidad humana, pero no de una manera intelectual, como si fuera un tratado filosófico, sino a través de un uso del lenguaje que nos conmueve. La literatura nos hace bucear en lo más profundo de nuestro ser, nos sacude, nos hace reflexionar y medirnos con los personajes, con los conflictos humanos que viven. Como dice Luis García Montero, la literatura nos enseña a mirar la realidad, es como una lupa que nos hace ver lo que de otra manera nos hubiera pasado inadvertido. Nos ayuda a ver tanto nuestra realidad como otras formas de vida, a construir explicaciones coherentes a la vida humana. Pero, sobre todo, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, a construir nuestra identidad. Alguien que lee tiene la suerte de poder dialogar con escritores de todas las épocas, de distintas culturas, de distintas experiencias vitales… Los grandes escritores han sabido profundizar como nadie, gracias a su sensibilidad, a su capacidad de observación, a su dominio del lenguaje, en los grandes temas que han preocupado siempre al ser humano. La literatura lleva siglos dando vueltas a unos pocos temas: el amor, la muerte, la injusticia, las clases sociales, las etapas de la vida, el sentido de la vida en general. En definitiva, la literatura intenta dar respuesta a la gran pregunta: ¿Qué hacemos aquí?
Todo esto que sienten –sentimos– los lectores de literatura se lo pierden los que no leen. Como profesora dedicada desde hace muchos años a la formación de maestros me preguntaba si mis alumnos de Magisterio, que se iban a tener que ocupar en un futuro de acercar toda esa magia de la literatura a los niños, eran o no lectores, o en qué grado… Casi desde el principio se me ocurrió pasarles un cuestionario inicial sobre estos asuntos (qué leían, quién les incitó a leer, qué factores pesaron en ser lectores o no lectores, etc.). Los resultados eran muy preocupantes. Ya con un enfoque investigador, mis preguntas de investigación se dirigieron a averiguar qué estaba ocurriendo en el sistema escolar para que un alto porcentaje de los jóvenes universitarios se declarara no lector o poco lector. Ello me llevó a un enfoque de investigación etnográfico, un intento de describir e interpretar la realidad tal como se produce, en su contexto real, con la finalidad de obtener un “retrato” lo más rico posible.
Desde los años 70 se está hablando de crisis en la enseñanza de la literatura, sobre todo en la Educación Secundaria. En esta etapa, el modelo de enseñanza literaria más extendido en España desde hace un par de siglos identifica aprender literatura con aprender historia de la literatura española, siguiendo la serie histórica. Las preguntas de investigación han sido muchas: ¿Hasta qué punto es profunda esa crisis en el modelo metodológico historicista? ¿Qué experiencias de aprendizaje literario han vivido los jóvenes que llegan a la Universidad, a su paso por la escuela primaria y secundaria? ¿Han descubierto la experiencia profunda de la lectura literaria, las emociones de la lectura, el placer de leer? ¿Qué libros les han dejado huella? ¿Qué factores han influido para que se hayan convertido en grandes lectores, en algunos casos, en poco lectores o en no lectores, en otros muchos casos? ¿Qué peso han tenido la escuela, los maestros, los profesores de literatura, en ese proceso de descubrimiento de la experiencia lectora?
Para el estudio se han seleccionado tres sectores de población:
– Licenciados de Filología Hispánica, en su año posterior de formación para convertirse en profesores de Secundaria. Se trata de lectores competentes, lectores vocacionales que han querido estudiar Filología. ¿A qué se debió esa huella tan profunda de la lectura literaria?
– Estudiantes de Magisterio, de los cuales en torno a un 50% se declara poco lector o no lector. ¿Qué factores pudieron influir en esa condición?
Para recabar información de estos dos grupos de informantes se ideó un cuestionario semi-estructurado que profundizaba en su experiencia como lectores y en el aprendizaje literario realizado.
– El tercer sector de informantes está constituido por profesores de Literatura de Secundaria. El foco de la investigación se ha dirigido hacia facetas muy diversas de su tarea: qué creencias tienen sobre la educación literaria, qué grado de satisfacción con los logros alcanzados, cómo seleccionan los textos, cómo se desarrolla la lectura, qué enfoques metodológicos adoptan, cómo ven a los adolescentes como lectores, etc. Para ello se realizaron entrevistas en profundidad.
Quizá una de las principales aportaciones del estudio ha sido el dar la voz a los protagonistas del proceso educativo. Es incuestionable la riqueza de los datos obtenidos, gracias a la generosidad de todas las personas que se han prestado a colaborar. El enfoque descriptivo e interpretativo del diseño de investigación etnográfica ha revelado la complejidad de la realidad educativa, las dudas y la incansable búsqueda por parte de los profesores de caminos innovadores que se adapten a los nuevos tiempos.
Sintetizando los resultados más relevantes, podemos afirmar:
– Que el componente emocional de la lectura literaria ha estado y sigue estando muy desatendido en nuestra tradición docente para la educación literaria. Predominan unos modelos muy intelectualizados, culturalistas, que convierten la educación literaria en un aprendizaje de nociones sobre la literatura. Eso explica, en gran medida, las experiencias tan frustrantes que han llevado a muchos de los futuros maestros a declararse no lectores o lectores muy ocasionales. Muchos de ellos no recuerdan libros que les hayan dejado huella, nunca se han emocionado leyendo, no han descubierto el placer de leer.
– En estos modelos con gran peso conceptual de la historia literaria, nociones sobre los géneros, las figuras literarias, los estilos, etc., la lectura tiene un peso muy menor, y muchas veces se reduce a la lectura de fragmentos, que tanto a los alumnos como a los profesores “les saben a poco”. Sobre todo en Secundaria, en que la Literatura ha quedado muy arrinconada desde que se ha fusionado con la Lengua, se leen pocas obras completas por la escasez de tiempo, y a veces son obras difíciles que no conectan con la sensibilidad ni las inquietudes de los jóvenes lectores de hoy.
– Pero lo que más explica el alto número de no lectores o poco lectores es el hecho de que esos jóvenes lectores en formación apenas tuvieron ocasión de expresar lo que verdaderamente les sugerían los textos, lo que habían sentido, lo que habían entendido, aunque fueran impresiones muy subjetivas. En muchas ocasiones la lectura se dirigía hacia interpretaciones “autorizadas”, “buenas”, que obviaban las respuestas personales.
Afortunadamente no han sido únicamente de este cariz los resultados. El estudio ha puesto de manifiesto que también existen unos magníficos profesores de literatura, profesores que no cesan de innovar, de probar caminos nuevos hacia el lector de hoy, que cambian las lecturas para explorar nuevos autores, nuevos géneros y formatos, que hacen leer de una manera vital, emocionante. Algunos informantes recuerdan agradecidos la figura de algún profesor que les hizo vibrar con una clase sobre poesía, que les hizo leer y descubrir determinados libros que de otra manera no hubieran leído nunca, que les hizo pensar, reflexionar, hacerse preguntas y experimentar la magia de la lectura en voz alta.
Son tres las vías de innovación metodológica que se van abriendo paso hacia la dimensión emocional de la lectura literaria:
– La conversación literaria, el debate sobre lo que se lee, el escuchar las respuestas lectoras de los niños y los jóvenes a través de la expresión oral compartida o de la escritura literaria, aunque esto último en menor medida.
– La lectura en voz alta, realizada por los profesores o por los propios alumnos, restituye al texto la afectividad, los matices expresivos que a veces el joven lector no sabe darle en su lectura silenciosa.
– Hay una inmensa preocupación por seleccionar textos cercanos a los intereses de los jóvenes de hoy. Los profesores idean fórmulas variadas e imaginativas para mantener los clásicos que indica el currículum, pero a la vez dando entrada a la literatura infantil y juvenil y diversificando las situaciones de lectura.
En definitiva, el trabajo defiende la necesidad de recuperar la vieja función humanística de la literatura, que nunca debiera haberse perdido. Otorgar, de nuevo, a la literatura, el papel que los lectores habituales de literatura conocen –conocemos– bien: la literatura constituye una vía fundamental para llegar a ser quienes somos. Nietzche desarrolla esta idea en su obra Ecce Homo (escrita en 1888 y publicada en 1908) a partir de la conocida frase de Píndaro –“¡Llega a ser el que eres!”–, una apelación a no renunciar a lo que cada uno tiene de original y distinto. Llegar a ser el que se es, señala Nietzsche, requiere ser el artista de uno mismo, y para eso hay dos reglas fundamentales: seguir el propio instinto y utilizar maestros. De entre todos los maestros, Nietzsche destaca al “maestro de lectura” como el iniciador a los secretos de una actividad “de cuyo contacto todo el mundo sale más rico de sí mismo”.
Los objetivos o finalidades asignados al aprendizaje literario nunca deberían perder de vista unos fines educativos de carácter general, dirigidos al desarrollo integral de los individuos. El papel insustituible de la literatura en el desarrollo emocional de los niños y los jóvenes, en la construcción de su identidad individual y cultural, en el desarrollo de su capacidad de comprensión de la realidad social e histórica a la que pertenecen, en el refuerzo de la creatividad y desarrollo del pensamiento crítico, en su apertura hacia otras formas de vida y de convivencia, debería sentar las bases para un enfoque de la enseñanza de la literatura que no se limite a la adquisición de nociones sobre el hecho literario o destrezas de carácter “técnico”, sino que recupere la dimensión humanizadora que le corresponde.
Urge, a mi modo de ver, retomar el debate sobre la función de la literatura en la sociedad actual y, más concretamente, en el sistema educativo presente y futuro. Urge revisar si la escuela contribuye a formar lectores independientemente de las circunstancias familiares y sociales de las que estos provengan. Urge, en definitiva, retomar la eterna cuestión: ¿Para qué sirve la literatura? ¿Seguimos teniendo, hoy, necesidad de la literatura? Esperemos que este trabajo de investigación contribuya a encontrar el camino. La educación sigue siendo la mejor arma de futuro.
Enlace al libro, Prensas Universitarias de Zaragoza:
http://puz.unizar.es/detalle/1498/La+dimensi%F3n+emocional+en+la+educaci%F3n+literaria-0.html
Información de la tesis doctoral:
- Título: De la experiencia de la lectura a la educación literaria. Análisis de los componentes emocionales de la lectura literaria en la infancia y la adolescencia.
- Autora: Marta Sanjuán Álvarez
- Directores: Rosa María Tabernero Sala, Antonio Mendoza Fillola.
- Fecha de defensa: 28/06/2011
- Descriptores: Educación Básica.
- Ficha Teseo disponible en: https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarRef.do?ref=933027